A lo largo de los primeros 63 días hábiles del año, los inversores han mostrado una histórica falta de voluntad para comprar en las caídas del S&P 500. Esta pasividad es notable, especialmente considerando que la compra en las caídas ha sido una estrategia rentable durante la mayor parte de la última década.
En términos cuantitativos, la intensidad con la que los inversores han evitado entrar tras caídas ha alcanzado niveles extremos. Se han registrado muy pocos días de fuerte reversión al alza tras sesiones negativas, y las métricas de volumen tampoco reflejan entusiasmo por aprovechar precios más bajos.
Este comportamiento no suele ser una buena señal para los rendimientos futuros. Cuando los inversores no están dispuestos a asumir riesgo ni siquiera tras descensos notables, el mercado suele permanecer débil o incluso entrar en correcciones más profundas.
Sin embargo, el contexto estacional también debe ser considerado. Históricamente, cuando se observa una marcada falta de interés en comprar caídas en esta época del año, el resultado a menudo ha sido alcista. En otras palabras, el pesimismo extremo en marzo o abril ha sido en varias ocasiones la antesala de un repunte.
Los mercados alcistas necesitan compradores. Son ellos quienes empujan los precios hacia arriba y motivan a otros inversores a abandonar la inercia. Si nadie compra, no hay impulso. Por eso, el comportamiento de tipo «risk-off» no es, en principio, alcista. Puede serlo sólo si alcanza niveles tan extremos que se vuelve contrarian, es decir, si el pesimismo es tan fuerte que anticipa un giro.
Eso fue lo que muchos indicadores técnicos y de sentimiento sugirieron a comienzos de la semana pasada: una capitulación del apetito por el riesgo que, por su naturaleza extrema, podría haber señalado un piso de corto plazo.
No obstante, es importante entender que una falta de compras no es lo mismo que ventas agresivas. En este caso, el problema parece haber sido más de apatía o precaución que de pánico. Los gestores institucionales han reducido su exposición gradualmente, sin caer en ventas masivas. Esto sugiere una estructura de mercado más sólida, aunque frágil emocionalmente.
En este tipo de entornos, la recuperación puede darse rápidamente si aparece algún catalizador: un dato económico favorable, un giro en la política monetaria o incluso un cambio de tono en la narrativa sobre riesgos geopolíticos. La estacionalidad juega a favor, pero se necesita chispa para activar a los compradores.
El mensaje que nos deja este patrón histórico es mixto. Por un lado, la falta de compradores es preocupante si se prolonga. Por otro, en contextos similares previos a esta altura del año, el mercado ha tenido buenos desempeños en los siguientes 3 a 6 meses.
En resumen, la pasividad actual del mercado puede estar marcando una oportunidad, pero no es suficiente como señal de compra por sí sola. Es el momento de observar con atención, medir el sentimiento y esperar la confirmación de una reversión estructural. Como siempre, el análisis debe imponerse a la emoción.