Los primeros cuatro meses de 2025 parecen destinados a terminar con una pérdida en el mercado de valores. Este patrón no es del todo inusual, pero plantea dudas razonables sobre qué esperar para el resto del año.
Históricamente, los primeros cuatro meses del año han funcionado como una especie de prueba para el mercado en los ocho meses restantes. Cuando el mercado logra ganancias entre enero y abril, tiende a mantener su impulso de forma más consistente en lo que queda del año.
Una caída del S&P 500 hasta abril no condena automáticamente al mercado a un año negativo. De hecho, el rendimiento año tras año puede variar ampliamente. Sin embargo, los datos históricos muestran una clara tendencia a un mejor comportamiento cuando los primeros meses del año son positivos.
Cuando el mercado comienza el año con un descenso, el comportamiento en los meses restantes ha sido históricamente más volátil y menos confiable. Aunque existen años excepcionales donde un mal arranque no impidió una recuperación posterior, en promedio, las ganancias tienden a ser menores y el riesgo de caídas aumenta.
La psicología del mercado también juega un papel importante. Un arranque débil puede minar la confianza de los inversores, lo que lleva a menos participación y un menor apetito por el riesgo en los meses siguientes. Por otro lado, un comienzo fuerte tiende a fortalecer las narrativas positivas y alimentar los ciclos de retroalimentación alcista.
Mirando hacia adelante, es importante no basar decisiones de inversión únicamente en el desempeño de los primeros meses. Si bien ofrece pistas útiles sobre el sentimiento general, cada año está influenciado por un conjunto único de factores económicos, políticos y de mercado.
En resumen, aunque los primeros cuatro meses de 2025 parecen débiles, esto no implica necesariamente un año perdido para los inversores. Sin embargo, sí sugiere la necesidad de un enfoque más prudente y selectivo en la asignación de activos de cara a los próximos meses.