El gran riesgo en la vida es vivir de forma reactiva, rebotando de actividad en actividad sin plan ni propósito. Cuando vivimos vidas con propósito, la vida se vuelve significativa, y eso nos da energía. Supongamos que íbamos a empezar nuestros días, semanas y meses haciendo preguntas:
* ¿Qué es lo que más quiero lograr hoy en mi vida personal y en mi vida laboral que hará que el día sea de éxito?
* ¿Qué es lo que más quiero lograr esta semana en mi vida personal y laboral que hará que la semana tenga éxito?
* ¿Qué es lo que más quiero lograr este mes en mi vida personal y laboral que hará que el mes tenga éxito?
* ¿Qué es lo que más quiero lograr este año en mi vida personal y laboral que hará que el año tenga éxito?
Eso es todo: cada día, cada semana, cada mes, cada año se guía por una visión singular. ¿Qué cosa te llevará a mirar hacia atrás cada día, semana, mes y año y sentirte orgulloso de lo que has logrado?
Una vez que tenemos una visión, no podemos vivir con el piloto automático. Lo único que más quieres lograr se convierte en tu declaración de misión: te impulsa y te inspira. El riesgo no es intentarlo y quedarse corto; nunca es intentarlo y nunca descubrir de lo que somos capaces.