Los mercados alcistas te hacen sentir más inteligente de lo que realmente eres.
Los mercados bajistas te hacen sentir más tonto de lo que realmente eres.
Es casi imposible evitar sentirse un sabelotodo cuando todo sube, y un ignorante cuando todo cae.
Esa es simplemente la naturaleza humana.
Benjamin Graham inició su sociedad de inversión en los locos años veinte con 400.000 dólares de capital propio y de sus clientes. En solo tres años convirtió esos 400.000 en 2,5 millones. Gran parte del dinero era suyo, acumulado gracias al ahorro y a las comisiones de gestión que cobraba. Aquel periodo mágico de rentabilidad coincidió, casualmente, con un enorme boom bursátil.
Sin embargo, como la mayoría de los inversores, Graham no vio venir la Gran Depresión. Intentó comprar en los supuestos “suelos” en varias ocasiones… con resultados desastrosos.
Michael lo relató así en su libro Big Mistakes:
En 1930, creyendo que lo peor ya había pasado, Graham se apalancó hasta el límite. Usó margen para aumentar su exposición, convencido de que se avecinaban retornos extraordinarios. Pero lo peor aún no había llegado, y cuando el Dow Jones se desplomó, Graham vivió su peor año, perdiendo el 50 %. “Fue arrasado personalmente por el crash. Después de haber esquivado el cataclismo de 1929, volvió al mercado justo antes del verdadero fondo”.
Para 1932, los 2,5 millones se habían reducido a apenas 375.000 dólares.
En sus memorias, Graham escribió sobre cómo su éxito temprano había afectado su mentalidad antes del desastre:
“A los treinta y un años estaba convencido de que lo sabía todo —o al menos todo lo necesario para ganar dinero en acciones y bonos—, que tenía a Wall Street bajo control, que mi futuro era tan ilimitado como mis ambiciones, que estaba destinado a disfrutar de una gran fortuna y de todos los placeres materiales que esta pudiera comprar. Pensaba en tener un gran yate, una villa en Newport, caballos de carrera. Era demasiado joven para darme cuenta de que había contraído un grave caso de soberbia.”
La buena noticia es que Graham logró reconstruirse. No cobró un solo sueldo hasta haber reembolsado completamente a sus inversores. A pesar de sus tropiezos durante la Gran Depresión, su trayectoria a largo plazo fue sobresaliente y su influencia en la educación financiera sigue viva hasta hoy.
Uno de mis libros favoritos sobre inversión es What I Learned Losing a Million Dollars, de Brendan Moynihan. Moynihan cuenta la historia de Jim Paul, un joven de Kentucky que pasó de ser pobre a millonario como trader en el Chicago Mercantile Exchange, para luego perderlo todo en pocos años.
Así describe Moynihan la historia en la introducción:
“Una de las premisas del libro es que la subida prepara la caída; el éxito prepara el fracaso. No se puede estar realmente preparado para el desastre sin haber sido precedido por una etapa de éxito.”
Comprender esta dinámica es muy difícil para los jóvenes inversores que han experimentado una racha de ganancias. Moynihan lo explica con claridad:
“Si empiezas desde cero y encadenas una serie de éxitos, estás preparando el terreno para el fracaso, porque el éxito genera una serie de distorsiones psicológicas. Esto es especialmente cierto si, sin darte cuenta, has roto las reglas del juego y aun así has ganado. Cuando eso ocurre, crees que eres especial y que estás exento de seguir las reglas.”
Hoy hay muchos inversores que han ganado cantidades transformadoras de dinero durante este mercado alcista. Y eso es algo maravilloso. Pero es fundamental no dejar que el éxito se te suba a la cabeza. Este ciclo no durará para siempre. Ganar dinero no siempre será tan fácil.
Tarde o temprano, el mercado volverá a hacerte sentir torpe… incluso cuando no lo seas. Esa también es la naturaleza del mercado, y de nosotros mismos.
