Nuestras ideas preceden a nuestros actos. Es imposible hacer algo de una forma consciente sin que antes haya pasado por el proceso de la incubadora de la mente. Por eso debemos tener cuidado con lo que damos forma en la cabeza ya que eso determinará lo que acabemos haciendo. Si tengo una idea, la que sea, mis actos apuntarán en esa dirección, como no podría ser de otra forma. En el trading no podría ser diferente.
La semana pasada, cuando hablamos del sistema Ping-pong, comentábamos como una idea era el origen de todo sistema, teniendo que después comprobar si la misma era rentable o solo un sesgo de representación en lo que lo simplemente aparente nos convence de que algo es completamente real. Esta semana te traigo el mismo concepto, pero nos enfocaremos en el lado negativo, esto es, hablaremos de la parte vacía del vaso.
De hecho, las ideas determinan nuestras creencias, tanto es así que forman el filtro a través del cual interpretamos la realidad. Si tenemos un tipo de creencias, por poner un ejemplo que incorporen conceptos como algún prejuicio, siempre y cuando aparezca el elemento objeto de nuestro prejuicio, nuestra interpretación de esa realidad siempre estará sesgada. Nuestras creencias marcan cómo actuamos. Como te decía, en el trading no podría ser diferente.
¿Pensamos, acertadamente o no, que cierto mercado tiene un componente tendencial predominante? Estaremos buscando, consciente o inconscientemente, el inicio de movimientos tendenciales. ¿Creemos que el mercado hoy tiene que iniciar un movimiento alcista? Si tenemos entonces posiciones compradas probablemente nos cueste desprendernos de ellas si el mercado no nos da la razón o seguramente no abriremos posiciones bajistas, ya que ese, según nuestro criterio, no será el lado correcto del mercado. El trading, como vemos, no es diferente en este aspecto. Cuidado con lo que crees, porque si no es correcto te llevará a cometer una y otra vez los mismos errores.
Sin duda uno de los errores más seguidos en movimientos aleatorios es el conocido como la falacia del jugador. Algo que ha dado origen a multitud de sistemas, que en la mayoría de las ocasiones han causado la completa descapitalización de aquellos que los han seguido, hablamos de los sistemas tipo martingala (promediar posiciones según el mercado va en nuestra contra). Obviamente, no estamos hablando de que todos los sistemas de este tipo sean perdedores, solo avisamos del error de concepto que podríamos tener si no tenemos en cuenta lo que explicaremos a continuación.
La falacia del jugador se podría definir como la idea de que un suceso aleatorio podrá ser determinado por acontecimientos recientemente ocurridos, como si estos tuvieran el control sobre lo que pasará en el futuro. El ejemplo de la moneda es el que mejor ilustra esta falacia. Una moneda, perfectamente equilibrada y sin tener en cuenta la posibilidad de que caiga de canto, tendrá una probabilidad de 0,5 (el 50%) de caer de un lado o de otro, una vez de cada dos caerá cara o caerá cruz. Si hablamos de la probabilidad de que caiga dos veces seguidas del lado de la cruz, la probabilidad de que esto suceda baja a 0,25 (un 25%) o una de cada cuatro ocasiones. ¿Qué pensará alguien que haya caído presa de la falacia del jugador? Que como la probabilidad de que siga cayendo del mismo lado de la moneda seguirá bajando, lo más lógico es confiar en que en la próxima tirada tendrá que salir el lado que tiene más probabilidades. Por ejemplo, si hemos visto como una moneda cae dos veces seguidas podríamos pensar “vaya, la probabilidad que caiga una moneda por su mismo lado tres veces seguidas es de un 0,12 o lo que es lo mismo, una entre ocho. La apuesta más inteligente estará en esperar que caiga del lado contrario”. Efectivamente antes de empezar con la serie de tiradas la probabilidad era esa, la pregunta es ¿tiene memoria la moneda? Obviamente no. Por lo tanto, cada vez que nos enfrentamos a una nueva tirada la probabilidad de que caiga cara o cruz será de un 50%. Si pensáramos lo contrario sería caer en la falacia del jugador.
Ya sabemos, hechos pasados no predicen el futuro cuando estamos hablando de sucesos aleatorios. Por eso, si viajamos en avión justo después de que se haya producido un accidente las probabilidades de que nuestro avión lo tenga son las mismas que si el accidente de ese no hubiera sucedido, por mucho que al comenzar el día las probabilidades de que dos aviones tuvieran un accidente en el mismo aeropuerto sean bajísimas. O si un jugador de lotería cree que por comprar siempre el mismo número tendrá más probabilidades de ganar el premio, lamentablemente tendremos que decirle que las probabilidades de que gane en cada nueva participación será la misma, aunque los niños de San Idelfonso sí tengan memoria los números que muestran no.
Desde luego, la capacidad que tiene el ser humano de buscar patrones es increíble. Pero debemos tener cuidado ya que, si no comprobamos lo que creemos, podemos terminar pensando como civilizaciones pasadas, creyendo que actos pasados o recientemente ocurridos presagian sucesos futuros.
¿Cuál es la lección para nosotros? Cuidado con lo que creemos. Obviamente, la gran diferencia entre el mercado y un suceso aleatorio, como es un juego de azar, es que cuando se invierte en un mercado se está comprando algo. Por lo que el componente de “aleatoriedad” se ve reducido cuando se tienen en cuenta diversas variables, a diferencia de un simple juego de azar. No obstante, queremos entender el peligro de esta falacia. Teniendo en cuenta que mis probabilidades no aumentarán simplemente por lo que haya sucedido en el pasado en relación a mis operaciones, el mercado no sabe ni que existimos, debemos controlar el riesgo.
El fallo viene de un hecho muy sencillo. Nuestro capital es limitado y el del mercado no. Aunque las probabilidades de que tengamos una serie de pérdidas consecutivas, sea baja, acabará llegando. Por poner un ejemplo sencillo. Si nuestro capital es de tres euros, imagínate que tienes un bróker con micro-micro-micro cuentas, y se invierte un euro en cada ocasión, estando dispuestos a perder ese euro en cada “jugada”, bastará con que nos encontremos con tres operaciones seguidas negativas para descapitalizarnos por completo. ¿La probabilidad de que esto suceda? Muy baja, 1 de cada 8 como decíamos antes. Pero antes o después acabará llegando. Esto se repetirá, aunque las probabilidades de que el trágico suceso aparezca bajen. La única pregunta es si este aparecerá en un mes o un año, pero sucederá.