- Artículo publicado en Hispatrading 56.
- Todos tenemos un plan de trading. ¿Por qué en ocasiones no lo seguimos echando a perder toda nuestra curva de resultados? ¿Cómo podemos evitar entrar en este proceso destructivo?
A veces, no solo dejamos de escuchar a nuestra voz interior, sino que hacemos activamente lo que sabemos que es perjudicial para nuestro trading y nuestro éxito. Operamos bien semana tras semana y de repente sobredimensionamos una posición, nos negamos a respetar nuestro stop loss, aumentamos la posición perdedora y luego hacemos volar la cuenta por los aires. O, por el contrario, nos preocupan tanto las pérdidas que salimos rápidamente de las posiciones ganadoras antes de que alcancen sus objetivos, dejando mucho dinero sobre la mesa y arruinando nuestras posibilidades de éxito.
¿A qué se debe esto? ¿Qué podemos hacer para mantenernos alineados con prácticas y procesos que sean consistentes?
Un lector se me acercó recientemente, explicando que de vez en cuando experimenta pérdidas que eliminan una gran parte de sus ganancias mensuales. Es frustrante operar bien la mayor parte del tiempo, solo para perder la disciplina y aparentemente sabotear todo lo que hemos logrado de un momento a otro. La raíz del autosabotaje es el autoabandono. Perdemos temporalmente de vista lo que estamos destinados a hacer y en su lugar actuamos por impulso. Abandonamos el alma de lo que hacemos y permitimos que nuestras operaciones sean impulsadas por el ego.
Nunca he estado convencido de que la raíz de tal auto-sabotaje sea un deseo profundo e interno de lastimarse a uno mismo. Por lo general, no es la ausencia de autoestima lo que hace que actuar por impulso. Más bien, experimentamos «eventos desencadenantes» que ponen en marcha acciones automáticas y, a menudo, dañinas. El problema es una pérdida temporal del libre albedrío. Bajo un cierto conjunto de condiciones emocionales y físicas, nos comportamos de maneras preprogramadas y nos volvemos reactivos en lugar de activos. Literalmente, es una pérdida de autoconciencia que nos permite comportarnos de maneras que perjudican nuestros intereses.
Pensemos en todas las situaciones en las que *nunca* nos alteramos y nos comportamos de manera reactiva y autodestructiva. Como cuando no se tiene cuidado al cruzar calles llenas de automóviles. ¿Se imagina actuar de formar razonable el 99% del tiempo, pero solo de vez en cuando, el 1%, ir directo hacia los automóviles sin tener cuidado de que no le atropellen? O ¿manejar maquinaria peligrosa (cortacéspedes y hornos por ejemplo) con cuidado la mayoría de las veces, sólo para ir y cortarnos o quemarnos gravemente de vez en cuando? ¿Por qué no nos alteramos en esas situaciones? La primera razón es que nuestro ego no se ve implicado y la segunda es que somos plenamente conscientes de los peligros que corremos. Si no *necesito* cruzar la calle rápidamente y soy consciente del tráfico, soy perfectamente capaz de esperar a que se interrumpa el tráfico para cruzar con seguridad. Si soy claramente consciente del peligro, actuaré con precaución. Siempre.
Aquí es donde es útil realizar un “chequeo desde el cuello hacia arriba” antes de tomar cualquier riesgo. Si un cirujano tiene programada una intervención, pero se encuentra en un estado de agitación debido a una circunstancia personal, ese cirujano retrasará la operación. «Por encima de todo, no hacer daño» es el principio operativo. Si un piloto está a punto de despegar para un vuelo, se comunica con el copiloto y, juntos, revisan la lista de verificación previa al vuelo para asegurarse de que el avión esté preparado de verdad para volar. Si algo falla mecánicamente, el vuelo se retrasará. Por encima de todo, no hacer daño.
Lo opuesto al autoabandono es la autoconciencia. Si nos acercamos a cada sesión de trading, – ¡cada operación! – Igual que un cirujano aborda una operación o la forma en que un piloto se prepara para un vuelo, entonces estaremos en el estado en que normalmente estamos cuando cruzamos una calle concurrida. La conciencia del riesgo y el peligro nos permite no hacer daño. No es la disciplina o la orientación al «proceso» lo que nos permite no alterarnos cuando manejamos un cuchillo de tallar en la cocina. Es la conciencia inmediata y aguda del peligro. La clave es la autoconciencia: saber cuándo tenemos la mentalidad equivocada para asumir riesgos. Al igual que el cirujano, al igual que el piloto, debemos tomar el peligro tan en serio que estamos dispuestos a posponer nuestra actuación hasta que estemos seguros de que «no haremos daño». Si hemos realizado nuestro propio chequeo del cuello hacia arriba, nunca operaremos por impulso.