In Praise of Profits! es el sexto de mi serie de estudios Predicting the Markets. Se centra principalmente en lo que los progresistas se equivocan sobre el capitalismo empresarial y las ganancias. En el camino, con el debido respeto, critico a cinco de los economistas más famosos de la historia. Le muestro varios extractos interesantes:
I. Adam Smith
Lamentablemente, el capitalismo empresarial ha tenido mala reputación desde 1776. Perversamente, fue entonces cuando Adam Smith, el gran defensor del capitalismo, publicó «La riqueza de las naciones». Cometió un gran error cuando argumentó que el capitalismo está impulsado por el interés propio. Promocionar el capitalismo como un sistema basado en el egoísmo no era inteligente. Por otra parte, Smith era profesor, sin experiencia real como emprendedor.
Smith escribió: “No es por la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero de lo que esperamos nuestra cena, sino de su consideración por sus propios intereses. No nos dirigimos a su humanidad, sino a su amor propio, y nunca les hablamos de nuestras propias necesidades, sino de sus ventajas”.
Esta declaración tan citada es totalmente errónea, con el debido respeto al gran profesor. El carnicero, el cervecero y el panadero se levantan temprano en la mañana y trabajan todo el día, tratando de darles a sus clientes la mejor carne, cerveza y pan a los precios más bajos posibles. No lo hacen por su amor propio, sino por su inseguridad. Si no se levantan temprano todos los días, sus competidores lo harán y los arruinarán. El capitalismo empresarial es, por tanto, el sistema económico más moral, honesto y altruista de todos. Entre sus lemas están: «El cliente siempre tiene la razón», «Precios bajos todos los días» y «Satisfacción garantizada o le devolvemos su dinero».
Los problemas comienzan cuando los carniceros, cerveceros y panaderos forman asociaciones comerciales para ahogar a la competencia, o se unen a las existentes que lo hacen. Las asociaciones apoyan a los políticos y contratan a cabilderos o lobbyist (personas que tratan de influenciar a los políticos) que prometen regular su industria, por ejemplo, exigiendo inspecciones y licencias gubernamentales. De esta manera, levantan barreras anticompetitivas para entrar a sus negocios. En otras palabras, el capitalismo comienza a transformarse en un capitalismo de colegas corrupto cuando «grupos de intereses especiales» intentan manipular el mercado a través de la influencia política. Estos grupos son totalmente egoístas al promover los intereses de sus miembros en lugar de a sus clientes. Al menos Smith entendió bien ese concepto cuando también escribió la famosa frase: «Las personas del mismo oficio rara vez se reúnen, para divertirse, la conversación suele terminar en una conspiración contra el público o en algún truco para subir los precios».
II. Karl Marx
El Manifiesto Comunista (1848), que Karl Marx escribió con Friedrich Engels, advierte que el capitalismo es propenso a crisis recurrentes porque “una gran parte no solo de la producción existente, sino también de las fuerzas productivas creadas previamente, se destruyen periódicamente”. Esto sucede porque el capitalismo tiene “epidemias de sobreproducción”, que se resuelven mediante la “destrucción forzosa de una masa de fuerzas productivas”, la explotación y el imperialismo en el exterior.
Oye, Karl y Friedrich eran sólo aspirantes a revolucionarios de 27 y 25 años cuando escribieron esas tonterías. Sin embargo, incluso a medida que envejecían, nunca se dieron cuenta de que el «proceso de construcción creativa» del capitalismo mejora el nivel de vida de la clase consumidora, es decir, de todos nosotros. Así es, Marx y Engels erróneamente enfocaron su análisis en la lucha de clases, enfrentando a los trabajadores industriales contra sus jefes, quienes daban empleo, capitalistas. Estos fueron caricaturizados como codiciosos, explotadores e imperialistas. No entendieron que la única clase que importa en el capitalismo es la clase consumidora, que incluye a todos. En un sistema capitalista, los productores, los trabajadores y los comerciantes compiten para satisfacer las necesidades de la clase consumidora.
El capitalismo proporciona el incentivo para que los empresarios innoven. Impulsados por el afán de lucro, los creadores de bienes y servicios nuevos o mejores a precios asequibles se enriquecen vendiendo sus productos a los consumidores que se benefician de ellos. Son los verdaderos revolucionarios. Destruyen a los productores que no innovan y no proporcionan a los consumidores los mejores bienes y servicios a los precios más bajos de forma regular. El capitalismo naturalmente desarrolla innovaciones tecnológicas que benefician a toda la sociedad de manera continua.
El capitalismo elimina la sobreproducción al sacar del negocio a las empresas que no son rentables. Los productores no competitivos y no rentables son las desafortunadas víctimas del capitalismo.
III. Joseph Schumpeter
El proceso de destrucción creativa de Schumpeter conduce naturalmente a la «paradoja del progreso». En conjunto, la sociedad se beneficia de la destrucción creativa, ya que crea nuevos productos, mejores condiciones laborales y nuevos puestos de trabajo, elevando así el nivel de vida. Pero también destruye los empleos, las empresas y las industrias existentes, a menudo de forma permanente. Llamar a este proceso «destrucción creativa», como hizo Schumpeter, pone el foco en los perdedores, mientras que si se llama «construcción creativa», como yo, se centra en los ganadores, lo que, por cierto, incluye a todos los consumidores que se benefician de bienes y servicios nuevos o mejores a precios más bajos.
IV. John Maynard Keynes
Los macroeconomistas keynesianos tienden a centrarse en el lado de la demanda de la economía. Sus modelos se basan en el supuesto básico de que las recesiones económicas son causadas por una demanda insuficiente del sector privado que debe compensarse con estímulos gubernamentales. Los keynesianos prefieren un mayor gasto público a los recortes de impuestos, ya que calculan que es probable que una parte de las ganancias fiscales inesperadas de la gente se ahorre en lugar de gastar. Rara vez consideran la posibilidad de que la demanda sea débil porque las regulaciones y políticas gubernamentales están deprimiendo las ganancias. Todo lo que saben con certeza es que pueden ayudar con políticas fiscales y monetarias estimulantes.
V. Paul Samuelson
La última (19) edición de Economía (2010) de Paul Samuelson y William Nordhaus enseña a los estudiantes que la economía «es el estudio de cómo las sociedades utilizan recursos escasos para producir bienes y servicios valiosos y distribuirlos entre diferentes individuos». Esta definición no ha cambiado desde que se publicó la primera edición de este libro de texto clásico en 1948.
Aprendí que la economía no es un juego de suma cero como implica esa definición. La economía consiste en utilizar la tecnología para mejorar el nivel de vida de todos. Las innovaciones tecnológicas están impulsadas por las ganancias que se pueden obtener al resolver los problemas que plantean los recursos escasos. Los mercados libres proporcionan el incentivo de las ganancias para motivar a los innovadores a resolver este problema. Al hacerlo, los consumidores obtienen mejores productos a menudo a precios más bajos. El mercado distribuye los beneficios resultantes a todos los consumidores. Desde mi perspectiva, la economía se trata de crear y difundir la abundancia, no de distribuir la escasez.